jueves, 3 de mayo de 2012
La segunda caída y el encuentro con su madre
María, en medio de la violencia de su dolor, no vio ni soldados ni verdugos; no vio más que a su querido Hijo; se precipitó desde la puerta de la casa en medio de los soldados que maltrataban a Jesús, cayó de rodillas a su lado y se abrazó a Él. Yo oí estas palabras: "¡Hijo mío!" y "¡Madre mía!". Pero no sé si realmente fueron pronunciadas, o sólo las oí en mi pensamiento. Hubo un momento de desorden y confusión: Juan y las santas mujeres querían levantar a María. Los alguaciles la injuriaban; uno de ellos le dijo: "Mujer, ¿qué vienes a hacer aquí? Si lo hubieras educado mejor, no estaría ahora en nuestras manos". Algunos soldados sin embargo tuvieron compasión y, aunque se vieron obligados a separar a la Santísima Virgen, ninguno le puso las manos encima.
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